Stayin' Alive: Endocarditis

La endocarditis infecciosa es la inflamación del las paredes internas de las válvulas y cavidades cardiacas, es decir, el endocardio. Esta inflamación es producida por la infección por un microorganismo, principalmente bacterias, que crecen formando unas características conocidas como vegetaciones. Las bacterias, hongos u otros gérmenes entran al torrente sanguíneo y se adhieren a las zonas dañadas del corazón. Hay agentes que aumentan las probabilidades de que se desarrolle esta enfermedad, por ejemplo, válvulas cardíacas artificiales, válvulas cardíacas dañadas u otros defectos del corazón.

Existen dos tipos de endocarditis infecciosa:

Endocarditis bacteriana aguda: generalmente, comienza con fiebre alta, frecuencia cardíaca acelerada, cansancio y una lesión valvular externa y rápida. Este tipo de endocarditis presenta síntomas de insuficiencia cardíaca y es causada por gérmenes muy agresivos.
Endocarditis bacteriana subaguda: en este caso los síntomas más frecuentes son cansancio, fiebre moderada, una pequeña aceleración de la frecuencia cardíaca, pérdida de peso, sudoración y reducción de los niveles de glóbulos rojos, lo que se conoce comúnmente como anemia. Estos síntomas suelen aparecer de manera tenue y permanecer durante varios meses antes de que se produzca la obstrucción de las arterias o la lesión de las válvulas. Esta endocarditis dura semanas o meses y son gérmenes de escasa virulencia quien la provocan.
Otro tipo de endocarditis es la endocarditis de la válvula protésica, en este caso no es la válvula natural la que se infecta sino la válvula de sustitución. Esta válvula es más probable que se disemine hacia el músculo cardíaco en la base de la válvula, lo que puede provocar que la fijación de la válvula falle y esta se desprenda. A la vez, esta válvula puede interrumpir el sistema de conducción eléctrica del corazón, provocando una reducción de la frecuencia cardíaca, lo que puede provocar una pérdida del conocimiento o incluso la muerte.

La endocarditis infecciosa es una enfermedad con un alto porcentaje de mortalidad. Aunque existen tratamientos que pueden paliarla o tratar las complicaciones que derivan de ella. Para tratarla se suelen utilizar antibióticos intravenosos o una intervención quirúrgica en la cual se sustituye la válvula afectada, cuando en ella existen abscesos o hay riesgo de que se produzcan embolias.