La necrosis hace referencia a la muerte celular de un órgano o parte del mismo por falta de riego sanguíneo. Si hablamos de que un corazón está necrosado, significa que hubo una obstrucción o estenosis (estrechez) de la arteria coronaria, impidiendo que llegara el oxígeno al músculo cardíaco, de manera que las células fueron muriendo poco a poco.
Si esto sucede durante un tiempo prolongado, es decir, que el taponamiento se mantiene durante más de una hora, más de mil millones de células se pierden de manera irreversible. Sin embargo, si consiguen cortar este bloqueo, cesará la muerte de más células, aunque todas aquellas que ya murieron no se regeneran; provocando una insuficiencia cardíaca.
Cuando una persona sufre un infarto de miocardio pero consigue sobrevivir, parte de su corazón ya no funciona, por lo que es más probable que tenga complicaciones. Las células muertas son remplazadas por capas gruesas de tejido cicatricial duro que dificulta aún más que la parte que funciona lo haga normalmente. Se estima que el 50% de los supervivientes de infarto mueren en menos de los cinco años posteriores al ataque.
Por tanto, respondiendo a la pregunta inicial, ¿el corazón necrosado se puede recuperar?
Hasta hace poco tiempo, la única opción tras un infarto de miocardio era el trasplante de corazón, y aún así, no era una solución viable para todos porque no había tantos donantes como gente que sufría esta patología. Prácticamente todos los pacientes que sufrían problemas de necrosis terminaban muriendo.
Gracias a los avances en la ciencia y la tecnología, es posible que en poco tiempo esto cambie. Se descubrieron nuevas medidas que se pueden aplicar en estos casos, favoreciendo la esperanza de vida del paciente. Con todo, todas ellas aún están en estudio.
Una de estas intervenciones consiste en la inyección de células madre que lleguen directamente al corazón a través de la médula ósea o la sangre. Estas células se pueden transformar en todo tipo de tejidos, de forma que se descubrió que también podían regenerar vasos sanguíneos y, en menor medida, el músculo cardíaco necrosado. Con todo, se estima que el 95 % de estas células se pierden por el camino y no llegan a actuar; pero se está investigando para mejorar sus efectos.
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